Hoy nuestro destino es una isla del Mediterráneo, Menorca. Sus paisajes, su naturaleza y sus calas hacen de ella un destino idóneo para pasar las vacaciones de verano, pero no es lo único que tiene. Sus numerosos vestigios de la Edad de Hierro, la tranquilidad de sus pequeñas ciudades, su patrimonio natural… la convierten en un paraíso para cualquier época del año. Para llegar hasta aquí podemos elegir entre el avión o el barco. La primera opción es más económica pero si vamos a estar bastantes días a lo mejor nos compensa llevarnos nuestro coche en el ferry y ahorrarnos el alquiler de un vehículo. Los barcos salen desde Valencia o Barcelona.
Una vez allí vamos a necesitar vehículo propio. Aunque los municipios y el aeropuerto estén bien comunicados con transporte público, las maravillas de la isla como las calas y los restos talayóticos sólo son accesibles con coche. Otra opción, si el tiempo lo permite, es la moto. La bici, aunque no nos sirva para las distancias más largas (a no ser que seamos ciclistas de fondo) nos permite movernos por las ciudades y alrededores. Otra forma de ver Menorca (si tenemos dinero) es verla desde el mar. Podemos alquilar un barquito desde unos 100 euros (unos 150€ más si necesitamos patrón).
Con el transporte cubierto la oferta de la isla se amplía y estamos obligados a disfrutar tanto de la naturaleza como de las construcciones humanas.
Lo más destacado del patriminio natural menorquín es el Parque Natural de la Albufera d’es Grau. Más de 100 especies diferentes conviven en estas 5.000 hectáreas de charcas, lagunas y marismas. No muy lejos encontramos el Faro de Favàritx con un paisaje de pizarra negra único en la isla. Menorca también cuenta con cinco reservas naturales, una reserva marina, sistemas dunares, numerosos barrancos, acantilados y por supuesto sus geniales calas. Además en las aguas de Menorca se encuentra la posidonia, un alga que es garantía buen estado del agua. Si tenemos 20 días y nos gusta caminar podemos hacer el Camí de Cavals, un sendero circular de unos 200 kilómetros que rodea la isla y una de las mejores maneras de no perdernos nada. Por supuesto también es una lugar ideal para los deportes náuticos como el windsurf, la vela, piragua, el buceo y el cicloturismo.
Hemos hablado de su naturaleza pero la obra humana de la isla no carece tampoco de importancia. La rica historia menorquina nos ha dejado construcciones con miles de años de la Edad de Hierro (conocida como cultura talayótica en la isla). Es el caso de las taulas, las navetas y los talayots que se reparten por toda la geografía. No nos podemos perder la Naveta de Tudons, la Torre d’en Galmés y la Taula de Trepuco.
Las numerosas invasiones que ha sufrido la isla al estar situada en un punto estratégico del Mediterráneo, ha dejado numerosas construcciones militares. Es el caso de las fortificaciones (Fortaleza de Mola, Castillo de Sant Felip, Fuerte de Marlborough) y las torres de vigilancia, la más visitada la torre de Fornells. También en Menorca la iglesia católica tiene sus grandes construcciones, es el caso de la Catedral de Ciutadella, o el Santuario del Toro construido en el punto más alto de la isla, a 358 metros de altura. Las dos grandes ciudades, Mahón y Ciutadella, están cargadas de historia. En Mahón encontramos ejemplos modernistas, el mercado del pescado, las callejuelas del centro y el puerto. Ciutadella es una ciudad fortificada con laberintos de calles y sede de la iglesia en la Isla. No nos podemos perder su catedral. Por supuesto hay que visitar algún pueblo de pescadores como el de Binibeca a tan sólo 8 kilómetros de Mahón o Fornells y su torre.
A medio camino entre la naturaleza y el hombre se encuentran la Cova d’en Xorol, una maravilla natural de gran belleza que el ser humano ha aprovechado para integrar miradores, terrazas, y algún bar. Otro ejemplo de convivencia son las canteras S’Hostal cerca de CIutadella. De ellas se ha estado cogiendo piedra durante siglos y el paisaje artificial que se ha formado es digno de visitar. Si bien la primera la Cova d’en Xorol es imprescindible, la cantera sólo se convierte en opción si vamos a pasar muchos días en la isla.
En el plano gastronómico encontramos delicias del mar como la archiconocida caldereta de langosta, que en tiempo fue un plato de los pescadores bastante económico y hoy en día alcanza precios desorbitados. Por supuesto que tenemos que probar la sobrasada menorquina, las berenjenas rellenas, las cocas, el queso de Mahón y si buscamos algo dulce, la ensaimada. En las bebidas, hay que destacar el gin Xoriguer (ginebra isleña), algunos licores y vinos. Si no nos da tiempo nos lo podemos llevar de recuerdo, eso o unas abarcas, los zapatos más típicos menorquines que algunos lugares los siguen haciendo a medida.
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