Sé que es subjetivo. Calificar a un pueblo como el más bonito de España, de Madrid o de una comarca no deja de ser pretencioso y muy personal. ¿Cuál es el criterio? ¿No hay localidades más monumentales, enclavadas en paisajes más idílicos o con una arquitectura popular mejor conservada? Sí. ¿Conozco todos los pueblos de Madrid? No. Todo lo que puedo decir es que es mi criterio y punto. Ahora voy con las razones.
Razón número 1. El pueblo en sí.
Llegas a La Hiruela, aparcas el coche y empiezas a caminar entre casas de piedra y adobe, la arquitectura típica de la zona. En cinco minutos estás en la plaza del ayuntamiento y de la iglesia, al final del pueblo. Puede que en el camino te hayas encontrado con alguno de sus pocos habitantes aunque, lo que es seguro, es que has visto, tomando el sol o refugiándose del frío en las repisas de las ventanas, a los seres vivos no censados: a los gatos. Es pequeño, se recorre en menos de 10 minutos, pero se necesita más tiempo para disfrutarlo sobre todo por el entorno en el que está.
Razón número 2. Su entorno y las sendas.
La Hiruela es uno de los cinco pueblos que forma parte de la Sierra del Rincón, una comarca que ha sido declarada Reserva de la Biosfera por sus valores naturales, por el patrimonio cultural y por sus pueblos. Por esta zona discurre un joven río Jarama y, en su territorio, se encuentra el famoso Hayedo de Montejo. El Jarama marca la frontera con Guadalajara, donde están los pueblos de arquitectura negra. También una delicia. En la Sierra del Rincón existen varias rutas marcadas, de diferente distancia y duración. Algunas unen localidades y, desde cada uno de los cinco pueblos, parten cuatro sendas autoguiadas con las que descubrir los alrededores. Las de La Hiruela nos muestran, además del paisaje, las montañas de alrededor y su vegetación, el patrimonio etnográfico de la comarca. No os perdáis la Senda de los Oficios de la Vida por la Hiruela. Dos kilómetros y medio en los que veremos las antiguas colmenas, un molino harinero a los pies del Jarama y la carbonera. Otras llevan de Molino a Molino, muestran la Fuente del Lugar o transcurren por Las Eras y la Pila de Riego.
Razón número 3. Porque conservan su patrimonio etnográfico.
Lo hemos dicho. En las afueras del pueblo se pueden ver dos antiguos molinos, las colmenas tradicionales, una carbonera… todo restaurado e incluido en sendas señalizadas. Son construcciones que representan los oficios tradicionales del pueblo y que nos enseñan cómo se vivía en la comarca. Además, hay un aula de apicultura y un museo etnológico.
Razón número 4. El camino hasta el pueblo.
Si vas desde Madrid por la A1 y sales en el desvío de Buitrago de Lozoya enseguida empiezas a meterte por carreteras pequeñas que atraviesan pueblos tranquilos, por paisajes apartados donde cada vez te encuentras con menos coches y más vacas. Con menos gente y más vegetación. La sensación de conducir por esos lugares, sin prisas, relaja tanto… Es imposible hacer el recorrido entero. De vez en cuando toca apartarse en algún camino, parar y escuchar el agua de algún río, fotografiar unas vacas o mirar cómo atardece entre las montañas. Y luego está el puerto. Ese puerto que primero sube y luego baja hacia el valle donde está La Hiruela. Todo sensaciones.
Razón número 5. Es turístico pero no tanto.
Si un pueblo invierte en su conservación suele intentar explotarlo después. Se convierte en un atractivo y sus habitantes quieren sacar dinero del turismo. Totalmente lícito. Pero también es cierto que hay municipios que al final parecen parques temáticos y, aunque siguen siendo preciosos, la impresión es que están hechos de cartón piedra y que los visitantes se convierten en monederos andantes. Ganan en belleza pero pierden autenticidad. La Hiruela tiene restaurantes, casas rurales y varios recursos orientados al turismo (vuelvo a repetir, genial que haya gente que pueda vivir de esto) pero no por eso dejas de ver a los de siempre cuidando a sus vacas o en sus huertos de frutales. Y te saludan. En los pueblos – escenarios no suelen darte los buenos días. Que conste que Patones de Arriba me parece precioso, pero…
Razón número 6. Porque parece mentira.
Disfrutas tanto escapando de Madrid y de su barullo un día de diario y llegando aquí que no te lo crees. No te encuentras con nadie o, si te cruzas con una persona, saludas (maravillas del mundo rural). Ese contraste convierte a La Hiruela y a sus paisajes (entre semana) en algo irreal. Y en una recarga de pilas. Adiós ciudad. Hola naturaleza.
Razón número 7. Mis momentos.
¿No habéis sentido nunca al llegar a un sitio que encajáis ahí? ¿Qué todo lo que ocurre es armónico, que te hace sentir bien y que lo disfrutas? Es mi sensación cuando pongo un pie en La Hiruela. Ganas de vivir ese momento, de enseñárselo al mundo, de traer a la gente a la que quiero y de volver. Sobran motivos.
Y una razón extra.
La Hiruela se viste diferente en cada estación del año. Cambia de otoño a invierno. Y supongo que en primavera y en verano. Un motivo más para volver.
Ya veis. Mis emociones se han empadronado en La Hiruela. Habrá que llevarlas de nuevo.
Y para los que os guste el senderismo, no dejéis de escuchar el podcast de Caminantes en La Hiruela. Por la Senda de los Oficios de la Vida.
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