Las montañas arrullan a un valle plagado de pueblos que se arremolinan alrededor del río Garona; otras casas, más rebeldes, se reparten en las laderas de las montañas. Al frente, los campanarios, austeros y elegantes, muchos de ellos, románicos. Lejos de los pueblos, nos topamos con miradores, cumbres que superan los 3.000 metros, lagos glaciares, cascadas y vestigios mineros. Para llegar hasta ellos hay que maniobrar por pistas forestales y dar largos paseos.
En invierno, el protagonista tiene nombre propio: Baqueira Beret, la estación de esquí más grande de España pero, cuando la nieve se derrite, nos queda el Val d’Aran. Que lo es todo.
Esta fue nuestra ruta por el valle de Arán (según nuestros intereses y con las recomendaciones de Anna Díaz, consejera de turismo del Conselh Generau d’Aran y Cristina Madruga, agente local de medioambiente). A las dos, gracias.
Día 1. Vielha: el Val d’Aran nos abre la puerta.
Después de unos cuantos kilómetros entre montañas y lagos, tras atravesar el túnel de Vielha, llegamos a la capital del Val d’Aran. Vielha es el pueblo más grande del valle, lleno de tiendas, hoteles y restaurantes pero mantiene la esencia en sus construcciones. En el centro nos encontramos al río, rodeado de casas medievales y, en una de las plazas, la iglesia románica de San Miguel, uno de los tres templos románicos del valle que abren todos los días para los visitantes, junto a los de Salardú y Bossot.
En Vielha están las sedes de las principales instituciones del Val d’Aran, empezando por el Consejo General de Arán (Conselh Generau d’Aran), el órgano de gobierno de la comarca que, además de tener asignadas varias competencias, vela por su lengua: el aranés. Siguiendo con la política, Vielha, oficialmente Vielha Mitg Arán, engloba 13 entidades de población. Pequeñas localidades como Betrén o Escuñau que se encuentran en los alrededores, muchas de ellas con iglesias románicas interesantes y es que, la Ruta del Románico del Val d’Aran, es uno de los alicientes para visitar el Valle.
Día 2. De pueblos y despoblados fronterizos.
Mañana. Montgarri: de ruta al santuario del río.
Lo habíamos visto y nos lo habían contado. Montgarri, un despoblado de piedra con un santuario a la orilla del río Noguera Pallaresa, es una de las delicias del Val d’Aran. Imposible crear una imagen más bella.
En el Plan de Beret, donde está el aparcamiento de la estación de esquí de Baqueira Beret, nace el río Noguera Pallaresa y, desde este mismo lugar, parten dos caminos: una pista forestal y una senda que conducen, por los márgenes del río hasta el despoblado de Montgarri. Ambos caminos se han aprovechado para crear una ruta senderista circular que, en 12 kilómetros, unas tres horas, nos lleva a conocer pastos, bosques, paisajes y arte románico. Como colofón, a mitad del recorrido, en el Santuario, está abierto el Refugio Amigos de Montgarri, su terraza y su restaurante.
La ruta senderista es 100% recomendable (y fácil) pero, para aquellos que quieran ahorrar energías, pueden acercarse en coche por la pista que sale del Plan de Beret. Las pilas guardadas se pueden usar en invierno para hacer una excursión en trineo o una ruta de esquí de fondo. Pregunta en el refugio Amics de Montgarri. http://www.montgarri.com/
De camino al Plan de Beret, por la carretera de Baqueira, hay un mirador con vistas a todo el valle.
Tarde. De pueblos fronterizos.
Bosost, Les, Bausen, Canejan, Porcingles o St. Joan de Toran, son algunos de los pueblos más cercanos a la frontera de Francia pero, entre ellos, comparten poco más que la cercanía, las casas con los tejados a dos aguas y las iglesias.
Empezamos a lo grande, por los más pequeños. St. Joan de Toran y Porcingles son aldeas donde acaba la carretera, si se puede llamar carretera al asfalto que nos lleva hasta ellos a través de bosques, nacimientos de agua y curvas. En alto, nos encontramos dos pueblos auténticos, con unas pocas casas de piedra. En St. Joan de Toran, durante el verano, está abierto un restaurante. El resto del año viven en él cuatro personas. Dos más habitan Porcingles aunque, cuando lo visitas, parece aún más pequeño.
Las dos aldeas pertenecen a Canejan, una población construida prácticamente en vertical en la montaña. Al otro lado de la carretera, Bausen -con unos 50 habitantes- ha usado también las cuestas verdes para asentarse.
Junto a la nacional 230 que vertebra el valle de Arán (y que parece autovía comparado con pistas y carreteras), aparecen, Bosost y Les, dos de los pueblos más grandes del valle. Sus cascos antiguos son bonitos, las iglesias aún más y en Les, por ejemplo, se puede disfrutar de un baño termal. Sin embargo, sobre todo, son famosos por el turismo de frontera. Los franceses acuden a los supermercados, a los comercios que venden alcohol y a los restaurantes buscando buenos precios y algo típico. Y sí, puedes encontrar castañuelas y paellas.
Noche. Baguergue: el pueblo de las alturas.
Bagergue es un pueblo ubicado en las alturas, el más alto del Valle de Arán. Sus calles, sus casas de piedra, las vistas y la quesería merecen una visita. Muy cerca está Unha, un pueblo repleto de restaurantes que, desde el aparcamiento 4 de Salardú, se percibe como de cuento. Una buena guinda para terminar el día.
Día 3. De lagos y cascadas.
Mañana. En los lagos glaciares.
Todo el sur del Val d’Aran está repleto de lagos de origen glaciar rodeados de picos como el Gran Tuc de Colomérs (2933 metros) o el Tossau de Mar (2772). Y hay que ir a verlos. Necesitamos tiempo y ganas de caminar.
Lo primero toca elegir antes de poner rumbo al Pònt de Ressèc (desde Artíes) o a los Banhs de Tredòs (desde Salardú). Estos dos lugares, con aparcamientos, son la puerta de entrada a las dos zonas de lagos principales, unidas a pie por la GR-11.
Nosotros visitamos los Estanhs de Colomérs y para ello salimos desde Salardú por una pista camino de los Banhs de Tredòs. Aunque durante la mayor parte del año se puede continuar en coche hasta Crotze Colomers, el lugar donde empiezan las rutas, en verano hay que aparcar allí y caminar o utilizar el servicio de taxis que te acercan por 4€ al inicio del sendero. Una vez allí, hicimos el Circuito 7 lagos de Colomèrs, un recorrido de tres horas que te va mostrando algunos de los parajes más bonitos que existen en esta zona del preparque del Parque Nacional de Aigüestortes.
Existen varios refugios por si te haces fuerte y decides caminar durante horas. Senderos hay, a la cabeza, el GR 11.
Tarde. La cascada y la artiga.
El paraje de la Artiga de Lin, con el riachuelo, los picos, el circo glaciar, el verde de los pastos y del bosque de abetos, no es solo grandioso. Dan ganas de quedarse, de plantar una bandera y proclamar que has encontrado tu sitio.
El agua es uno de los personajes principales en el escenario del valle y aquí, en la cascada de los Uelhs deth Joeu (los Ojos del Judío), adquiere un papel protagonista. Hay varias rutas, de distinta dificultad, que parten de este enclave. Con la circular visitaremos la Artiga de Lin y la cascada. Es una hora de recorrido pero tómate tu tiempo. El paraje lo merece.
Noche. Salardú, donde empezó todo.
El Refugio Rosta en Salardú es toda una eminencia para los montañeros. Fue uno de los primeros alojamientos del valle de Arán y hoy mantiene su función además de haberse convertido en museo. Su bar es el lugar perfecto para probar el típico licor de nueces del val bien rodeado de historia. Se encuentra en la plaza mayor, llena de restaurantes, el punto de partida para visitar el pueblo. A la cabeza de todos los monumentos, la iglesia de San Andrés, una de las tres iglesias románicas del valle que siempre permanece abierta.
Día 4. Artíes.
Artiés significa llano entre dos aguas y su nombre la describe a la perfección. Sus dos iglesias, la románica de Santa María de Artiès y la gótica de San Juan convertida en sala de exposiciones, los puentes sobre el río y las casas del pueblo son de lo más fotogénicas. El entorno, como en todos los pueblos del valle de Arán, suma puntos.
Y sí. Tenemos viaje sonoro en RNE.
Minuto 23:30
Tres días no dan para mucho pero aun así quisimos tocar todos los palos. Visitamos pueblos significativos (unos pequeños, otros grandes, turísticos y perdidos, en montañas y llanos y con su arte románico). Descubrimos los parajes de los lagos glaciares, la Artiga de Lin y una de las cascadas más majestuosas del valle y vimos paisajes y más paisajes. Caminamos, condujimos por pistas forestales y tuvimos tiempo de improvisar comidas junto a ríos y a los pies de las montañas. Tres días dan para mucho pero saben a poco en el Val d’Aran.
Buenas noches! Me ha encantado tu post! Me ha ayudado un poco a ubicar mis vacaciones de agosto por la vall d’Aran. El caso es que vamos con una niña de 2 años, y nos gustaría hacer alguna rutilla fácil y bonita por los alrededores de Colomers. Cuál nos recomendarías? La niña va en mochila y anda a ratitos.
Muchas gracias por tu tiempo!!!