La estación de Canfranc es un puzle de pequeñas historias. Un conjunto de piezas que, cuando las juntas, conforman la Historia. En esta estación fronteriza, se mezclaron la Gestapo, los gendarmes franceses, algunos miembros de la resistencia gala, los judíos que huían de los nazis y la población local. Por sus vías pasaron vagones llenos de wolframio y lingotes de oro. Y, en este lugar, se vivió una auténtica historia de espías.
Todos estos fragmentos entrelazados construyen la grandiosidad de esta estación en los Pirineos. Alterada por el abandono y el tiempo.
De la idea a la construcción.
La idea de construir un ferrocarril que uniese España y Francia surgió en 1853. El gobierno de Aragón creía que una línea férrea de estas características era necesaria y ayudaba a impulsar la economía de la zona pero los franceses no lo tenían tan claro y tardaron un tiempo en sumarse al proyecto. Cuando ambas partes se ponen de acuerdo tocó solventar varios problemas: dónde construir el túnel que atravesase los Pirineos, la ubicación de las estaciones y diferentes aspectos técnicos como los distintos anchos de vía francés y español.
Después de muchas conversaciones y de algunos trabajos en tramos de la futura línea, en 1904 se firmó un acuerdo “definitivo” al que se le añadirían algunas modificaciones más tarde. Se consensua horadar el túnel de Somport, construir una única estación internacional en la explanada de los Arañones, a cuatro kilómetros de Canfranc y mantener los anchos de vía de cada país aunque esto supusiera el transbordo de pasajeros y mercancías. Más que por razones técnicas, en estas decisiones tuvo mucho peso el Ministerio de la Guerra que, tras la no tan lejana Guerra de la Independencia, veía en la nueva línea de comunicación un peligro ante una posible invasión francesa.
La explanada de los Arañones era un lugar seguro, al menos más seguro que otras opciones que se barajaron como Villanúa, situado en un valle más ancho y mejor conectado con el resto de España. Por el contrario, el sitio elegido estaba aislado orográficamente y la decisión de cambiar de vía impedía que los trenes procedentes de Francia se adentrasen directamente en España. En caso de conflicto, las tropas francesas tendrían más difícil llegar a sus objetivos. Por esta misma razón, para proteger los nuevos accesos, se construyeron, a la par que la línea férrea, algunos edificios de carácter defensivo como la Torreta de Fusileros.
En 1908 dio comienzo otra de las grandes obras: el túnel de Somport. Se empezó a cavar por sus dos extremos: en Francia y en España. Tras cuatro años de trabajos, en 1912, ambas galerías se conectaron con una exactitud casi milimétrica. Los trabajos habían sido complicados. La dureza del terreno y las condiciones meteorológicas del invierno retrasaron la obra y causaron varias muertes. Cuando se terminó el túnel, aún faltaba mucho por hacer y, antes de levantar la estación, había que preparar el terreno.
Fueron necesarias tres actuaciones: agrandar la explanada de los Arañones, desviar y canalizar el río Alagón y, ante el riesgo de aludes, hubo que diseñar todo un plan de contención. Entre otras medidas, para impedir las avalanchas, se plantaron unos 10 millones de árboles[1]. Con la explanada ya acondicionada, se comienza a construir la estación.
Las obras arrancaron a principios de los años 20 y en su diseño trabajaron Ramírez de Dampierre y, cuando este muere, Domingo Hormaeche. Fueron los encargados de construir el enorme edificio de hormigón, hierro, piedra, cristal y pizarra. 241 metros de largo, 365 ventanas y 150 puertas de acceso, un mastodonte que albergaría varias dependencias: viviendas para trabajadores, vestíbulo, aduanas, oficinas de cambio de moneda, servicios de correos, servicio médico, restaurante, las oficinas del Banco de España… y el Hotel Internacional. Todo multiplicado por dos para servir a franceses y españoles. También fueron necesarios dos andenes cada uno con su ancho de vía correspondiente.
Alrededor de la estación, se levantaron casas, iglesia, bares, hotel, un hospital… para dar servicio a los trabajadores. Se llamó el poblado de los Arañones y más tarde Canfranc-estación. En su momento álgido, con la línea de ferrocarril en pleno funcionamiento, alcanzó una población de 1.700 habitantes.[2]
En 1925, todo estaba listo, pero la inauguración se retrasó tres años más, hasta el 18 de julio de 1928. Ese día, acudieron en tren personalidades de los dos países. A la cabeza: el presidente de la República Francesa, Gaston Dourmergue y el rey de España, Alfonso XIII. En la sombra, el entonces director de la academia militar de Zaragoza: Francisco Franco. No existen fotografías que demuestren su presencia pero sí testigos. Ramón J. Campo en su libro “Canfranc. El oro y los nazis. Tres siglos de historia” recoge el relato de un hombre republicano que llevó a Franco en burro por la montaña y que confesó al autor que si hubiera sabido quien iba a ser Franco, lo hubiese despeñado.
Desde el momento de su inauguración, a la línea internacional y a su estación estrella le esperan 42 años de funcionamiento. Con sus más y sus menos, con mil historias y unas cuantas interrupciones. La primera en 1931 a causa de un incendio, la segunda durante la Guerra Civil, cuando Franco tapia el túnel de Somport para evitar que Francia ayude al bando republicano por esta vía.
Por unos motivos u otros se vivirán otros cortes en la línea, parciales o totales. El definitivo, en 1970 pero antes hay una época especialmente importante para Canfranc: la Segunda Guerra Mundial.
Canfranc en la Segunda Guerra Mundial
1939 fue un año relevante: terminó la guerra en España y empezó el conflicto bélico en Europa.
Canfranc estaba en territorio español, un país en principio neutral pero, como la estación también pertenecía a Francia, con la invasión del país galo fue ocupada por fuerzas germanas. En noviembre de 1942 se instalaron en el hotel de la estación unos 50 brigadistas de las SS y algunos miembros de la Gestapo. Colocaron la bandera nazi y empezaron a dirigir.
Comenzó entonces la convivencia entre alemanes, franceses y españoles. Una calma bastante tensa ya que, por aquí pasaban judíos que huían del terror nazi, se estableció una red de espionaje y había un trasiego constante de wolframio y lingotes de oro.
Wolframio de ida, lingotes de vuelta.
Durante la Guerra Civil española, Hitler había ayudado a Franco con armamento. Tocaba ahora devolverle el favor con un intercambio comercial así que España envía wolframio, un mineral necesario para blindar tanques y construir armas y Hitler paga con lingotes de oro. Oro robado a los judíos y posteriormente fundido en Suiza. Por Canfranc pasaron 87 toneladas de oro nazi con diferentes destinos. Se cree que muchos lingotes terminaron en las arcas de los bancos nacionales español y portugués y en barcos rumbo a Chile y Argentina donde los nazis ya estaban preparando su retiro dorado.
El procedimiento siempre era el mismo. Según contaron algunos testigos, cuando llegaban los cargamentos de oro, mandaban a casa a muchos trabajadores, los que se quedaban cargaban y descargaban los lingotes bajo fuertes medidas de seguridad. De la estación salían camiones llenos de oro custodiados por algunos guardias civiles de Canfranc. Por el trabajo recibían una buena paga extra equivalente al sueldo de un mes.
Que por Canfranc había pasado oro expoliado era una realidad bastante conocida pero por si había dudas se corroboró hace poco.
La estación ha servido en muchas ocasiones para la industria audiovisual. Aquí se han rodado algunos planos de doctor Zhivago, publicidad, catálogos… En el año 2000, la estación fue elegida para rodar un anuncio de loterías. Cuando la preparaban para el rodaje tiraron algunos papeles viejos en uno de sus edificios abandonados. Un conductor de autobús de la línea Canfranc-Olorón, Jonathan Díaz, encontró los documentos y supo apreciar su valor histórico. Se recogía en ellos la cantidad de oro, armas, plata, relojes, e incluso opio que había pasado por Canfranc. Renfe vió el valor que tenían y reclamó su propiedad. Consiguió recuperarlos por vías legales y ahora se encuentran bajo llave en las oficinas de Adif. Sin embargo, su contenido es público también gracias al libro “El Oro de Canfranc” del periodista Ramón J. Campo.
Mientras el wolframio salía y el oro llegaba, poniendo en duda la neutralidad española en la II Guerra Mundial, en Canfranc se sucedían las historias de espionaje.
La red de espionaje y los que huyen del horror.
El cura del pueblo, la estanquera, la modista Lola Pardo… todos formaban parte de una red de información dirigida por Juan Astier y Albert Le Lay, los jefes de las aduanas española y francesa. Su vocación: ayudar a la resistencia francesa y colaborar en la huida de los judíos del terror nazi. Para ello recopilaban información, la enviaban a Londres vía Madrid y acompañaban a los judíos al paso fronterizo de Portalet o los escondían en trenes para que consiguieran escapar.
Se desconoce la cantidad exacta de personas a las que salvaron aunque se ha encontrado una lista de nombres judíos escrita por Le Lay que recoge las donaciones que muchas de estas personas hicieron en señal de gratitud. También han aparecido cartas de agradecimiento enviadas desde todo el mundo por personas anónimas y personajes notorios como la bailarina Joséphine Baker o los pintores Max Ernst o Chagall. Todos ellos pasaron por Canfranc en su huida. Algunos con sus obras.
El trabajo de los espías tenía su riesgo. Y de hecho, Albert Le Lay, conocido como el rey de Canfranc, fue descubierto. Consiguió refugiarse en África y, cuando acabó la ocupación nazi, rechazó todo tipo de reconocimientos del gobierno francés, incluido un ministerio. Su vinculación con Canfranc era tanta que Le Lay decidió volver a su trabajo: ser jefe de la aduana. Un documental “El Rey de Canfranc” homenajea a este Schindler francés y muestra cómo fue la vida de esta persona que jugó un papel crucial para cientos de judíos.
Canfranc y su decadencia.
Después de la segunda Guerra Mundial, la estación de Canfranc se apaga hasta finales de los años 40. La actividad resurge gracias a la llegada de peregrinos con destino a Lourdes y a la exportación de cítricos desde la zona de Levante.
Tras dos décadas de funcionamiento, el 27 de marzo de 1970, un accidente provocó la rotura de uno de los puentes de la parte francesa. Curiosamente Francia llevaba tiempo queriendo cerrar la línea que era deficitaria por lo que hay quien considera que en realidad el accidente fue un sabotaje. Sea como fuere, ese día fue la última jornada de trabajo para la línea internacional.
Hoy: ciencia, abandono y turismo.
Tras cuatro décadas de abandono, la vieja gloria sigue entre las montañas plagadas de árboles, rodeada de las casas de Canfranc-estación, un pueblo que la ha sobrevivido. Su abandono resulta incómodo y a la vez bello. En las vías muertas reposan los vagones oxidados. Los bidones, las ruedas, los muebles… se refugian en edificios sin techo, con los cristales rotos, abiertos. Y un tren regional une cada día, dos veces, Canfranc con Zaragoza. Poco trabajo para una estación que vivió tanto.
No se sabe muy bien qué hacer con ella. Las negociaciones para restaurar la línea se retoman de cuando en cuando, también se ha planteado abrir un hotel y construir un museo. Parece, eso sí, que, desde 2002, cuando el edificio se declaró bien de interés cultural, se la toma más en serio.
El gobierno de Aragón ha comprado el edificio principal y está rehabilitándolo. Aunque hay voces críticas con la labor del arquitecto Pérez Latorre, el encargado de la obra. El resto de la estación, propiedad de Renfe, continúa abandonada.
Lo que permanece en pie, intacto, es el túnel de Somport. Dejó su viejo trabajo e incorporó dos funciones nuevas: por un lado es la vía de escape del túnel de la carretera y por otro, un centro científico, un laboratorio subterráneo de física nuclear de la Universidad de Zaragoza donde se estudian los neutrinos.
Canfranc-estación, el pueblo en sí, mantiene la vida robada a la estación. Cada día acoge a franceses de compras, deportistas que acuden a las estaciones de esquí o hacer senderismo y a turistas que quieren visitar la vieja estación de los Pirineos.
Qué se puede visitar:
La estación de Canfranc. Canfranc-estación. Es posible recorrerla por fuera a cualquier hora o pasar al interior con las visitas guiadas que organiza la oficina de turismo de Canfranc. 3€. Se necesita reserva previa.
El centro A Lurte. Canfranc-estación. Ubicada en la “Casa de los Ingenieros” aquí se muestran las medidas que se llevaron a cabo para evitar los aludes. La visita guiada está incluida con la entrada a la estación.
Visitar el Laboratorio Subterráneo de Canfranc. Si nos interesa la ciencia y ver cómo se ha aprovechado el túnel para la investigación de los neutrinos se puede visitar en compañía de sus trabajadores. Hay que comprar la entrada con antelación.
Los dos núcleos urbanos: Canfranc y Canfranc-estación. Muy distintos entre sí. Canfranc, el pueblo original, se fundó en el siglo XI. Hoy, vive poca gente en él. Después de un incendio en 1944 que destrozó gran parte del pueblo, mucha gente se fue a vivir a cuatro kilómetros, al núcleo construido junto a la estación.
Senderos y bunkers. Las montañas alrededor de Canfranc se pueden recorrer gracias a una red de senderos que nos acercan a descubrir la naturaleza y algunos lugares singulares como los bunkers construidos después de la Segunda Guerra Mundial por si acaso Francia invadía España. Se pueden visitar a través de una ruta o, si hay suerte, con alguna de las pocas visitas guiadas que organiza la oficina de turismo.
Gracias a Asun de la oficina de turismo de Canfranc por la visita guiada y a Laura Fernández por la explicación en A Lurte.
Y en la radio…
Hemos hablado de Canfranc en el Canto del Grillo, el programa de madrugada de RNE.
Más información.
Escribiendo este artículo, cada vez que buscaba un nombre: Le Lay, Lola Pardo, Astier… aparecían decenas de entradas con historias, documentales, libros y hechos. A mi puzle de Canfranc le faltan muchas piezas. También creo que cualquier historia que se escriba sobre este lugar estará incompleta.
Bibliografía.
Película: José Antonio Blanco. El rey de Canfranc
Ramón J. Campo Estación Espía
Ramón J. Campo y Germán Roda, Juego de espías.
http://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/cultura/los_nazis_estuvieron_canfranc.html
http://www.abc.es/cultura/cine/20131012/abci-espia-hitler-canfranc-201310120126.html
http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-tarde-en-24-horas/tarde-24-horas-cultura-24-15-10-13/2066987/
http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-tarde-en-24-horas/tarde-24-horas-cultura-24-15-10-13/2066987/ (minuto 5, el nieto de Le Ley hablando de Canfranc). Minuto 9 (testimonio sobre los judios).
http://elpais.com/diario/2001/08/09/espana/997308010_850215.html
http://elpais.com/diario/2002/05/06/cultura/1020636007_850215.html
http://www.museothyssen.org/thyssen/contenidos_articulo/7
http://esperandoaltren.blogspot.com.es/2013/02/el-canfranc-1-parte.html
[1] Sobre las tareas llevadas a cabo para evitar aludes, se pueden profundizar en el centro A Lurte, el Centro de Interpretación de Riesgo y Prevención de Aludes.
[2] 1.698 en 1930 entre Canfranc y Canfranc-estación.
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