Hay una manera de sentirte en California sin salir de Cantabria. En Cabezón de la Sal existe un bosque de secuoyas, una plantación de los años 40 que se creó para extraer madera. Se plantaron 848 secuoyas y 25 pinos en unas dos hectáreas y media. Hoy, varios caminos, incluso un sendero accesible, recorren este espacio protegido. Es el Monumento Natural de las Secuoyas.
La secuoya: un árbol imponente
Son grandes. Enormes. Peladas en su parte baja por la sombra que ellas mismas proyectan desde las alturas, las más grandes alcanzan los 115 metros. Poseen una corteza gruesa que las protege de incendios, sequías u otros ataques que, seguramente, tendrán que afrontar durante su larga vida de hasta 2.000 años. Y más medidas de autoprotección: de un mismo pie de planta salen dos troncos y, así, si uno muere, el otro puede sobrevivir. Además, en las copas de los árboles existen ecosistemas propios, únicos.
Son las secuoyas (sequoia sempervivernes), unos árboles gigantes y de color rojizo que crecen de manera natural en la costa pacífica americana. En nuestro país se han introducido, de manera aislada, en Granada, en La Granja de Segovia (tienen hasta pararrayos) y en Cantabria. En esta comunidad autónoma se encuentra la mayor concentración de secuoyas de la península ibérica.
El monumento natural de las secuoyas de Monte Cabezón
El bosquete de secuoyas de Cabezón de la Sal se plantó en los años 40 del siglo pasado. Su finalidad era la saca de madera, pero cuando crecieron el negocio ya no era interesante y se dejaron estar. Hoy en día, nos encontramos con una plantación formada por más de 800 secuoyas de unos 70 años que alcanzan hasta los 40 metros de altura.
¿Quién vive ahí? El silencio de las secuoyas de Cabezón de la Sal
Varios caminos nos permiten adentrarnos entre las secuoyas. En su interior, pronto se percibe que es un bosque sin sonidos. No hay pájaros, no hay vida más allá de los enormes árboles. Es una de las características de las plantaciones. Son lugares pobres por el predominio de una única especie alóctona por lo que no existen otros seres vivos vinculados a su presencia.
Además, estos árboles inmensos de hoja perenne impiden el paso de la luz y absorben todo el alimento que les da la tierra. Debajo de ellos no crece nada y encontramos tan solo hojas, ramitas y acículas de secuoya. La reina del lugar.
Que duren
Desde su declaración como Monumento Natural el bosque de secuoyas ha incrementado su número de visitantes y esto se traduce en un mayor impacto para la plantación. Hay un deterioro natural (por ejemplo, el suelo de los caminos está más pisado), pero hay otro que es totalmente evitable y, como solemos ser poco originales, se incrementa cuando lo repiten cientos de personas.
No es bueno para las secuoyas:
- Subirse a sus ramas. La foto del niño también queda muy mona con él en el suelo.
- Arrancar trocitos de corteza. En serio, ¿dónde lo vas a poner?
- Dejar basura. El bosque puede vivir sin ella.
- Salirse de los caminos. Para algo están.
Que no se note tu paso.
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