Hoy viajamos hasta la capital de Alemania. Berlín es una de las ciudades más vibrante, modernas y con uno de los pasados recientes más movidos de toda Europa. Necesitamos días para conocerla. Y más para vivirla.
Un buen comienzo es descubrir los trozos del muro que aun quedan en pie, muchos de ellos llenos de pinturas y grafitis. No es lo único. Hay multitud de museos y memoriales relacionados con el muro y con las “dos alemanias”: el museo de la RDA, el de los Aliados, el checkpoint Charlie…
Dejando la historia reciente, la Isla sobre el río Spree nos ofrece cultura por todos lados, cinco museos se concentran en ese espacio. Fuera de aquí, encontramos los colosales monumentos de Berlín: la Catedral, la puerta de Brandemburgo, las enormes avenidas, la torre de la televisión, el Reichstag…
Y cansados como estamos, podemos pararnos a reponer fuerzas. La comida alemana es más abundante que elaborada pero no por eso es peor. Podemos tomar un codillo de cerdo con puré de guisantes (eisbein) o la famosa currywurst (una salchicha enorme); para el postre ¿quién no conoce las berlinas? esos donuts cerrados con mermelada por dentro… buenísimos.
Y cuando cae el sol, llega lo mejor: en Berlín se puede estar despierto hasta el día siguiente. Hay varias zonas de marcha, cada una de ellas con su estilo y su encanto.
Si tenemos tiempo y ganas podemos volvernos al hotel después de un buen desayuno en una de sus numerosas cafeterías. ¡Buen viaje!
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