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Luarca del faro al puerto

Luarca no puede ser más maravilloso. Llegué desde Oviñana y, casualidades de la vida, el primer lugar en el que me paré fue en el cementerio. Es cierto que hay cementerios preciosos, que transmiten una paz inmensa, pero cuando llegas al camposanto de Luarca te olvidas de todos ellos. No es un mal sitio para pasar la eternidad: lápidas blancas, una vistas increíbles, la tranquilidad del mar, la animación del puerto, el romanticismo del faro y buena compañía porque aquí yace el científico Severo Ochoa.

Estuve un buen rato embelesada con el paisaje y paseando entre las tumbas. Cuando salí de allí, por algo tan terrenal como el hambre, me acerqué al faro y a la pequeña iglesia situada en la zona de la Atalaya, a unos pasos del cementerio.

El cementerio de Luarca, donde está enterrado Severo Ochoa

El faro de la Atalaya

La iglesia de la Atalaya

Ya abajo, por las calles de detrás del puerto, había tiendas y en sus escaparates se abarrotaban las fabes, botellas de sidra y unos “bollos preñaos” que quitan el hipo. Los probé todos: de chorizo, queso, jamón y queso… después del atracón “bajo en calorías” qué mejor cosa que recorrer el pueblo. Además de pasear por el puerto y subir al faro y al cementerio, en Luarca se puede visitar el barrio de pescadores, conocido como barrio de Cambaral, por una leyenda de piratas.

Hace mucho tiempo, había un pirata llamado Cambaral que tenía a la población aterrorizada. Harto de sus fechorías un noble de Luarca le tendió una trampa y consiguió capturarle. Antes de entregarlo a la justicia, decidió curarle las heridas en su casa y su hija, con un gran corazón (y más curiosidad que otra cosa por eso de tener a un mozo cerca por pirata que fuese) se empeñó en atenderle (a quién se le ocurre). Pasó lo evidente: se enamoraron y decidieron escapar antes de que Cambaral tuviese que cumplir con la ley. (Como veis se empieza a mascar la tragedia). La noche que huían, ya en el puerto, el padre los descubrió besándose y los decapitó con su espada. Las cabezas cayeron al mar y los cuerpos quedaron abrazados. En ese mismo lugar, años más tarde, se levantó el puente que se conoce como el puente del beso, uno de los siete que hay en el pueblo.

Aquí os dejo la foto del puente en blanco y negro para que se masque bien la tragedia

“El puente del beso”

Más cultura. En Luarca se encuentra el Aula del Mar, un museo con una gran colección de especies marinas -con calamares gigantes y todo-, y un museo etnográfico. Si os adentráis por las calles del pueblo, encontraréis magníficas casas señoriales. Eso sí, para comer es mejor volver al puerto porque zamparse unas fabes con vistas, no tiene precio.

Ni los bollos preñaos, ni las fabes acabaron conmigo. Después de comer batido al canto.

Fuera de Luarca, pero dentro del concejo de Valdés, se puede visitar los pueblitos de Trevías y Brieves. Si estamos allí el último fin de semana de julio hay que ir a la braña de Aristébalo y preguntar por el festival Vaqueiro que incluye una boda tradicional con cánticos como el de Carminina.

Y no hay que olvidarse de las playas del Cantábrico. Frías y magníficas, siempre dan lugar a grandes momentos.

Más Asturias en Tierra sin Límites. Una comunidad a la que, cómo podéis ver, odio bastante.

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