Los lugares cuentan historias. Tan solo hay que pararse y leerlas. En el caso de Minsk, la capital de Bielorrusia, su pasado explica lo que vemos hoy en día: una ciudad moderna, de grandes avenidas y edificios de corte estalinista.
Viven en ella dos millones de personas, la quinta parte de la población del país. Sin embargo, cualquiera diría que son muchos menos ya que las calles están relucientes y, habitualmente, bastante vacías. Será por su amplitud.
Es una ciudad tranquilidad, aunque nuestro guía nos contaba que, en los últimos años, se ha ido animando. Hay más festivales, más eventos al aire libre y más vida.
En paralelo, el país – que geográfica y emocionalmente se halla entre Rusia y Europa – se ha ido abriendo al exterior y cada vez es más fácil visitarlo. Desde el año pasado, los europeos que entran por el aeropuerto de la capital no necesitan visado para viajes de menos de 30 días.
Un poco de contexto: Minsk es siglo XX
La historia de la capital de Bielorrusia se remonta al siglo XI, sin embargo, es el siglo XX el que realmente ha dejado su impronta en el Minsk actual.
En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis ocuparon la ciudad y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso: edificios, infraestructuras y personas. Reprimieron duramente a la población, bombardearon las calles y tan solo “respetaron” aquellas construcciones que les resultaban útiles. Cuando en 1944 la URSS consiguió volver a hacerse con el territorio más del 80% de la ciudad estaba en ruinas.
Reconstruirla resultaba prácticamente imposible así que planificaron y levantaron la ciudad de nuevo siguiendo las modas de la época y del lugar: el estilo estalinista. Y lo hicieron a lo grande ya que Minsk estaba destinada a convertirse en la puerta de entrada a Europa Oriental (ya se sabe, en la época del Telón de Acero, tocaba presumir en un lado y en otro).
La construcción empezó desde dentro hacia afuera así que la parte más céntrica corresponde a los años 50 y, conforme nos alejamos del meollo, vamos avanzando en el tiempo: los 60, los 70, los 80 y los 90.
Tras la caída de la URSS, en 1994, se celebraron las elecciones presidenciales, unos comicios que ganó Aleksandr Lukashenko. Lukashenko lleva ya 25 años en el poder, gobernando el país con mano de hierro.
Desde su independencia, la ciudad no se ha quedado estática, sino que ha seguido creciendo y, este año, los Juegos Europeos 2019 han supuesto una pequeña revolución.
Qué ver en Minsk
Minsk es una ciudad dual. Por un lado, cuando la visitas, sientes que has viajado a la antigua URSS. Sus avenidas y sus edificios de corte soviético ayudan a crear esa sensación, también las esculturas de Lenin o lugares como la sede de la KGB. Por otro lado, es una ciudad moderna, con las mismas tiendas que se encuentran en otras ciudades europeas e, incluso, con McDonald’s.
La arquitectura soviética impera por todas partes: las avenidas son anchas, de seis u ocho carriles y las construcciones, grandes, compactas y modernas ya que hay pocos edificios anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación, quedaron en pie tan solo aquellos a los que los nazis vieron alguna utilidad, por ejemplo, el actual Consejo Supremo de Belarús o la iglesia Roja.
Modernos o antiguos, muchos de los lugares más interesantes de Minsk se concentran en zonas determinadas: en la avenida de la Independencia (especialmente en sus plazas), en la Ciudad Alta (el antiguo centro medieval) o en el barrio Trinidad, en la orilla del río Svíslach.
Junto al río también existen varias zonas verdes. Y es que todo Minsk está lleno de parques como el de la Victoria, el Cheluskintsev, el Gorky o el que conmemora el 50 aniversario de la Revolución Bolchevique. Cuentan que cuando la ciudad se construyó se levantó sobre un bosque y muchos de los parques son en realidad parte de aquella gran masa forestal.
La avenida de la Independencia y sus plazas
La palabra Independencia da nombre a la principal avenida de la ciudad y a su plaza más grande. Es importante para ellos, pero, independencia, ¿de qué? ¿de la URSS? ¿de los nazis? En este caso, se refiere al fin de la ocupación nazi.
Tiene 15 kilómetros de longitud, aceras anchas y cómodas y una calzada con cuatro carriles para cada sentido. Y, al igual que la calle en sí, sus edificios también son a lo grande. En ella se ubican los grandes almacenes GUM, la sede de la KGB (sí, se han atrevido a mantener el nombre a la agencia de seguridad después de la disolución de la URSS), el circo o la modernísima Biblioteca Nacional, ya bastante alejada del centro.
Muchas de las construcciones importantes se concentran en las plazas: la de la Victoria con su enorme monumento de granito, la de Octubre con los palacios de la República y de la Cultura o la plaza de la Independencia que alberga algunos de los edificios religiosos y civiles más representativos de Minsk, algunos anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Son edificios como el Consejo Supremo de Belarús, con la estatua de Lenin al frente, o la iglesia Roja, dedicada a los santos Simón y Helena y que ha tenido múltiples usos durante el tiempo en el que la religión fue prohibida. Junto a ella hay un pequeño monumento con una campana que homenajea a las víctimas de las catástrofes o guerras nucleares.
En otro extremo de la plaza, se alza el edificio del ayuntamiento, levantado en los años 60. En lo alto aparece el escudo de la ciudad, una virgen rodeada de ángeles. Cuenta la leyenda que una escultura de la virgen remontó el río desde Kiev hasta Minsk y se convirtió, de esta manera, en la madre de ciudad y del país.
La Ciudad Alta
En Minsk existe algo similar a un centro histórico. Se encuentra en el mismo lugar en el que se hallaba la antigua ciudad medieval y se conoce como “Ciudad Alta”. Encontramos edificios monumentales, la mayoría, nuevos o reconstruidos, un trazado de calles que no es rectilíneo, casas bajas, algunos museos y muchos bares y restaurantes.
Pasear es la clave, aunque merece la pena detenerse en algunos lugares como en la antigua sede del Ayuntamiento que se encuentra en la plaza de la Libertad. Junto al edificio hay dos esculturas populares entre los turistas: un carro con caballos al que la gente se sube a hacerse fotos y la escultura de un hombre que porta una llave y un mapa que rinde homenaje a la figura del alcalde.
No muy lejos se alzan dos templos, la iglesia de San Pedro y San Pablo y la catedral ortodoxa, dedicada al Espíritu Santo. Según un estudio del gobierno de 2011, aproximadamente el 60% de los bielorrusos son creyentes, de ellos un 82% es ortodoxo y un 12% católico, el resto pertenece a otras confesiones.
El barrio de la Trinidad y la isla de Lágrimas
Es una de la zonas más antiguas de Minsk. Está junto a la orilla del río Svisloch y cerca de la Ciudad Alta. Sus casas de colores en la ribera forman una de las estampas más pintorescas de la ciudad, una de las pocas reminiscencias que quedan de la ciudad antigua.
La historia del barrio de la Trinidad se remonta al siglo XII, aunque, a lo largo del tiempo, ha sufrido muchas transformaciones. Acogió, en la Edad Media, el mercado más importante de la ciudad y era también hogar de artesanos y comerciantes.
A comienzos del siglo XIX se quemó totalmente y, en ese momento, los edificios de madera fueron sustituidos por construcciones de piedra que volvieron a sucumbir en el siglo XX.
En los años 80, la zona se reconstruyó, manteniéndose la estética del siglo XIX. Hoy, sus casas albergan restaurantes, cafés, tiendas y museos.
Junto al barrio de Trinidad, se encuentra la isla de Lágrimas, una isla artificial construida sobre el río que se llama así porque rinde homenaje a los soldados bielorrusos caídos en la guerra afgano – soviética (1978-1992). Se calcula que, en la contienda, fallecieron unos 800 combatientes nacionales.
Para llegar a la isla hay que cruzar un puente. Una vez allí, se puede visitar su capilla y ver una escultura de un ángel que llora por los fallecidos, entre otras figuras levantadas en su honor.
Qué hacer en Minsk
De compras por la ciudad
No soy de compras. Ni en mi ciudad, ni cuando viajo. Eso sí, puedo tirarme horas y horas en un mercado. Dan mucha información y, en mi opinión, son un reflejo de la sociedad y de la gente que los habita.
En Minsk hice una excepción y visité GUM, unos grandes almacenes míticos de la época soviética que están en la avenida de la Independencia. Se levantaron en 1951 y siguen siendo los mismos. En sus cuatro plantas hay ropa, zapatos, menaje, cosméticos e, incluso, recuerdos para turistas. Muchos de los útiles se guardan en vitrinas y las vendedoras los muestran a los interesados.
Otro lugar curioso, sobre todo por su ubicación, es el centro comercial subterráneo de Stolitsa. Se encuentra bajo tierra, en la plaza de la Independencia y tiene varios niveles. Hay de todo: tiendas de deporte, restaurantes, supermercados, ropa, recuerdos…
Para comprar recuerdos hay que ir a los puestos de souvenirs de la Ciudad Alta. Hay souvenirs al uso, pero otros son bastante curiosos. Etntre los imanes encontramos tractores (en Belarús se producen muchos vehículos agrícolas que después se exportan a Europa), bisontes europeos (el animal nacional), algunos con la figura del presidente Aleksandr Lukashenko y otros con reminiscencias soviéticas.
Por supuesto hay objetos que recuerdan a la época de la URSS, carteles de aquel momento y matrioskas.
Si queremos algo más nacional (y delicado), el lino se usa para fabricar ropas, juguetes y útiles domésticos y, del mismo modo, con madera y paja también se fabrican figuras que forman parte de la tradición del país.
El deporte en Belarús
2019 ha sido un año importante para el deporte en Minsk. En junio, la ciudad acogió los segundos Juegos Europeos y para ello mejoró parte de sus instalaciones deportivas. Supuso además un paso más en la apertura del país hacia el exterior.
Como el viaje de prensa se enmarcaba dentro de la promoción de este evento (aunque fuese posterior) nos llevaron a ver el estadio Dinamo, el Complejo de Deportes Olímpicos y el Comité Nacional de los Juegos Olímpicos de Belarús.
En su interior hay un pequeño museo que rinde homenaje a los deportistas bielorrusos y donde se pueden ver medallas, fotografías, vestimentas… de algunos de los ganadores de los Juegos Olímpicos a lo largo de la historia.
Museos en Minsk
No tuve tiempo de ir a museos dentro de la ciudad (fuera sí nos llevaron, ya os contaré en otro post), pero el que recomienda todo el mundo es el de la Gran Guerra, dedicado a la Segunda Guerra Mundial. También es interesante el museo de Arte y acudir a la Ópera que tiene unos precios muy económicos.
Vida nocturna en Minsk
Según nos contaron, hasta hace unos años, la vida nocturna de la capital era bastante aburrida. Sin embargo, ha cambiado bastante y el centro de Minsk tiene, por el día y por la noche, mucha vida.
Los bares se concentran en las calles más cercanas al río Svíslach, en la Ciudad Alta. En verano, tocan grupos al aire libre y, cuando fuimos, había hasta un festival de cultura surcoreana con bailes, comida y puestos de artesanía local.
Cosas del frío invierno (y de la cultura del este) se bebe bastante, sobre todo vodka. Y por lo que vimos, los que empinan el codo de lo lindo son los soldados paracaidistas. Nuestra visita coincidió con su fiesta, el 2 de agosto, y la celebraban vestidos con camisetas de rayas marineras, bañándose en las fuentes y con la ingesta de unos cuantos litros de alcohol. ¡Chupito!
Gastronomía bielorrusa
La patata es un básico de la cocina bielorrusa. Está prácticamente en todos los platos, se usa como ingrediente principal o como acompañamiento. La receta más popular con este tubérculo es el draniki, una especie de tortita que acepta todo tipo de productos, desde carne a vegetales.
A la patata le hace la competencia la leche. Los productos lácteos bielorrusos (leche, quesos, mantequilla, crema…) son famosos en Rusia y gran parte de su producción se exporta al país vecino.
Y un plato famoso, al menos para los turistas, es el vereshchaka, una especie de sopa densa y contundente que se elabora con carne de cerdo (salchichas, tocino, costillas, etc.), cebolla, mantequilla, agua y cerveza. En vez de comerse con cuchara se unta en tortitas de trigo. Bastante contundente.
Qué hacer en los alrededores
Visitamos también dos castillos, el palacio Nesvizh y el castillo Mir y el museo Dududki, un museo al aire libre dedicado a la artesanía y a las costumbres y oficios del país. Da para otro post.
Datos prácticos para viajar a Belarús
¿Visado sí o visado no?
Desde 2018 y para viajes de menos de 30 días, los ciudadanos europeos (en general) no necesitan visado para visitar Belarús. Los requisitos son: entrar por el aeropuerto de Minsk, un pasaporte en buen estado con dos páginas libres al menos y fecha de caducidad superior a seis meses, haber contratado un seguro de viaje válido para el tiempo que dure la estancia (también se puede comprar en el mismo aeropuerto), llevar dinero suficiente (algo más de 20 euros por día, aunque a mí no me lo pidieron) y no volar desde Rusia (en tal caso necesitas visado). También me preguntaron por la dirección de mi alojamiento. Para más detalles e información actualizada, el Ministerio de Asuntos Exteriores tiene una página muy útil.
Moneda
La moneda es el rublo biolorruso y, en este momento, 1 rublo es 0,44 euros. Se puede cambiar en los bancos y en algunos hoteles, sacar en cajeros, etc.
Alojamiento
Me quedé en el hotel Minsk, un hotel estatal de cuatro estrellas en la plaza de la Independencia. Está muy bien situado y es cómodo.
Transporte
El metro es barato y funciona muy bien. Las distancias son grandes por lo que no viene mal para desplazarse dentro de la ciudad. Son tan solo dos líneas así que es fácil utilizarlo.
Idioma
¿Ruso o bielorruso? Son los dos idiomas nacionales y ambos emplean el alfabeto cirílico. Que no cunda el pánico. Los nombres de las calles, las estaciones de metro, etc. también están en latino y, en los lugares más turísticos, la mayor parte de la gente se defiende en inglés.
Como curiosidad, durante los años que formó parte de la URSS, la lengua más utilizada era el ruso, mientras que el bielorruso estaba relegado a las zonas rurales. Ahora, sin embargo, el bielorruso está de moda, algo que coincide – según pude ver – con un movimiento de recuperación de su identidad. Uvidimsya! Hasta pronto.
Conocía Minsk en un viaje de prensa organizado por el gobierno bielorruso con motivo de los II Juegos Europeos. Gracias a Comunicación Iberoamericana por la organización del viaje y especialmente a María.