“Llaman a esto garganta, debería llamársele el esófago de La Hermida, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra”. Así describía Benito Pérez Galdós el paisaje de La Hermida, el desfiladero que el río Deva forma al salir de la comarca de Liébana en su camino a la costa.
Son 21 kilómetros de cicatriz que atraviesan el macizo de Ándara (uno de los tres macizos de los Picos de Europa) y en los que el Deva discurre entre paredes que alcanzan los 600 metros.
En la orilla del Deva, hay pequeños pueblos (Lebeña, La Hermida, Urdón) a los que se accede por la N-621 que discurre paralela al río; de la montaña, cuelgan otras poblaciones a las que se llega por carreteras comarcales y hay un caso, el del pueblo de Tresviso, al que tan solo se puede subir caminando desde Urdón. La otra alternativa es una carretera de montaña desde Sotres (Asturias).
Además de visitar pueblos y lugares como la iglesia de Santa María de Lebeña o el balneario de La Hermida, la zona es perfecta para hacer actividades en la naturaleza. Caminar (por supuesto), avistar aves (estamos en Zona de Especial Protección de Aves), darse un baño en las pozas termales del Deva o tentar a las alturas en la vía ferrata.
Sin embargo el verdadero protagonista de este lugar es el paisaje de La Hermida y, si bien toda la carretera permite disfrutar del entorno, lo mejor es detenerse en algunos puntos para contemplarlo. Para eso están los miradores. Los de abajo y los de arriba.
En la orilla del Deva, muy cerca de La Hermida y junto a la carretera M-621 se encuentra el mirador del Salmón o de la Trucha (eran galgos o podencos). Las vistas son bonitas, pero la estatua dedicada al pescado no tanto. Eso sí, el sitio da una idea de la importancia de la pesca en este enclave.
Mi favorito es otro mirador, el de Santa Catalina. Para acceder a él, hay que tomar una carretera estrecha que sale de La Hermida y que va dejando atrás varios pueblecitos de montaña (Caldas, Linares y Piñeres). Cuando llevamos unos 10 kilómetros y 20 minutos de camino (sí, la carretera se las trae), aparece la ermita de Santa Catalina de Piñeres, una construcción diminuta del siglo XVII.
Desde aquí sale una pista que conduce hasta EL MIRADOR (sí, en mayúsculas). Se puede llegar en coche, pero lo mejor es dejar aparcado el vehículo y caminar (muy raro que yo haga semejante recomendación, entiéndase con ironía).
El camino más directo es la misma pista, pero hay una alternativa. Este mismo verano han inaugurado una ruta por el monte Hozarco que hace más interesante la subida. Por el bosque en sí y también porque podemos aprender de mitología cántabra.
El monte está poblado por un bosque mixto de hayas y robles y lleva unos meses habitado. Viven en él unas criaturas mágicas. Son seres como el ojáncano, la ojáncana, el arquetu o el tentirujo. La mayoría, poco amigables así que es toda una ventaja que sean de cartón piedra.
Forman parte de la senda mitológica Criaturas del Monte Hozarco, una iniciativa del ayuntamiento de Peñarrubia para poner en valor el monte y la subida al mirador. En total, un kilómetro de ruta (solo ida) en el que vas bastante entretenido. Especialmente recomendable para hacer con niños.
El punto final del sendero es el mirador de Santa Catalina. Este balcón ofrece una panorámica del desfiladero de La Hermida y de los Picos de Europa inigualable. Con un poco de suerte podremos contemplar, además del paisaje, las rapaces volando junto a nosotros.
Y como colofón, si nos interesa la arqueología, junto al mirador se encuentra la Bolera de los Moros o castillo de Piñeres, los restos de una antigua fortaleza del siglo VIII.
Enlaces y agradecimientos
Si queréis más artículos sobre Cantabria y Liébana en el blog, aquí hay unos cuantos https://tierrasinlimites.com/category/espana/cantabria/
Gracias a Jesús, de hostal Remoña, descubrimos el mirador de Santa Catalina. Solo puedo decir cosas buenas de este alojamiento y de su restaurante. Si buscáis un lugar donde quedaros, este sitio es muy, muy recomendable.