Todo el mundo tiene sus comidas favoritas. Platos que no se cansa de repetir una y otra vez. En el caso de los viajes también ocurre y hay destinos a los que no basta con ir una sola vez.
Es el caso de Roma, una ciudad inabarcable donde todo es arte; un arte global que alcanza su máxima expresión en cualquiera de sus manifestaciones: arquitectura, escultura, pintura. Llega a abrumar, pero entonces es el momento de esconderse, de buscar refugio en algunas de sus callejuelas que emergen desde las avenidas principales a modo de tabla de salvación.
Hoy, sin embargo, nos damos un atracón de Roma en colaboración con Musement. Servimos un menú degustación en ocho pasos en un restaurante con más de 2.700 años de historia. De cocinado lento, hay que saborearlo despacio para terminar, aún así, con empacho de arte.
De aperitivos, una de plazas
Para abrir boca, nada mejor que comenzar con una ruta por sus plazas. Navona, piazza España, Colonna, Campo de Fiori, Venezia… son el corazón de Roma y donde mejor se siente el latir de la ciudad. Llenas de vida, en ellas, sus fuentes barrocas ocupan un espacio muy importante.
¿Vista una vistas todas? Jamás. Cada una tiene una belleza particular, un ambiente diferente y una historia detrás. Así, Trevi con su fontana es un hito del cine italiano de los 60; también están vinculadas al séptimo arte las plazas de España y Venecia por Vacaciones en Roma y otra de las imprescindibles es Navona, por su fuente de los Cuatro Ríos de Bernini y el obelisco egipcio en el centro. Son, en conjunto, un buen comienzo para Roma.
Entrantes: Coliseo, Foro Romano y Palatino
La inmensidad del Coliseo cuesta digerirse. Este enorme edificio, conocido también como anfiteatro Flavio lleva en pie dos mil años. Dos milenos en los que ha ido cambiando de función: anfiteatro, cementerio en la Edad Media, refugio, cantera o, lo que es hoy en día, museo e iglesia.
Como acompañamiento, aunque bien podrían servirse por separado, en las inmediaciones, se encuentra el Foro y el Palatino. Sus excavaciones arqueológicas nos remontan muchos siglos atrás y muestran cómo era la vida política, jurídica y comercial de la antigua Roma.
Además, es lugar de leyenda, ya que en el Palatino -cuentan- se encontraba la cueva de Luperca, la loba que amamantó a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo.
Primer plato: el Panteón de Agripa
Continuamos el menú degustación con otro plato contundente: el Panteón de Agripa, un enorme templo circular que, en su origen, estuvo dedicado a todos los dioses del Olimpo. Con los años, la cosa cambió y con ello su advocación. Actualmente es una iglesia, la más maravillosa de toda Roma, aunque esta apreciación es subjetiva.
Su arquitectura es deliciosa, sobre todo por la enorme cúpula con agujero en medio y el frontón clásico. Dentro están enterrados muchos de los reyes italianos y también el gran Rafael. Imagino que estará contento de haber terminado en este lugar.
Segundo plato: museos y más museos
El plato que viene no hay manera de terminarlo. El arte en Roma empieza gustando, se hace un poco pesado y, como no pares a tiempo, al final se atraganta. Y no es culpa del sabor, sino de la cantidad que se sirve.
Hay tantos museos y tanto que ver en ellos que es bastante probable que tengamos que renunciar a algunos. Los museos Capitolinos, el castillo de Sant’Angello, la galería Borghese… guardan en su interior innumerables tesoros.
Además, su cobertura suele ser igual de sabrosa que las piezas de su interior: un castillo, una villa, un palacio… Es normal que se nos vayan los ojos detrás de ellos.
Aperitivo – postre: arte sacro con guarnición de iglesias
Roma es una de las ciudades santas del cristianismo así que es bastante lógico pensar que sus iglesias conforman uno de sus grandes atractivos. Y es que, en Roma, se encuentran las cuatro basílicas mayores o papales (San Juan de Letrán, San Pedro en el Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extremuros) que junto a la basílica de San Lorenzo Extramuros conforman la Pentarquía y son llamadas Iglesias Patriarcales.
Si existe una iglesia que destaque sobre todas las demás esa es Santa María la Mayor, aunque también es obligatoria una visita a Santa María in Cosmedin, sobre todo para curiosos, sinceros y amantes del cine ya que en ella se halla la Bocca della Veritá, una antigua tapa de alcantarilla con una leyenda detrás. Dicen que si metes la mano dentro y cuentas una mentira se cerrará atrapándote.
Prepostre: Il Trastevere
Todo menú degustación que se tercie tiene su prepostre: un plato más ligero, muchas veces afrutado, que ayuda a digerir lo comido y abrir hueco a lo que viene; Trastévere es el sorbete de Roma.
Este rione que conserva el sampietrini, el típico pavimento romano, es el sitio perfecto para disfrutar de un momento de relax (o de una copa). Su monumental plaza Santa María del Trastevere siempre está animada y sus callejuelas guardan casas de colores con solera y algunos palacios. ¿Listos para el postre?
De postre: el Vaticano y sus museos
Roma en su interior alberga un país imposible de obviar si queremos completar el atracón: el Vaticano. Sus museos ofrecen una de las colecciones de arte más completas del mundo. Y no solo religioso. Son 14 kilómetros repletos de piezas de gran valor. En este pequeño país tampoco hay que olvidar visitar la Capilla Sixtina, la basílica de San Pedro, la tumba del Santo y la plaza de San Pedro.
Para degustar este plato que sabe muy bien es prácticamente obligatorio comprar las entradas con antelación. Así evitaremos colas, pérdida de tiempo y sofocos (sobre todo en verano). Una buena opción es utilizar la web de Musement. Ofrecen varias opciones, entre ellas, la visita guiada a los Museos Vaticanos, la Basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina.
Y el maridaje: calles por las que perderse
De un plato a otro toca caminar para ir bajando la comida, el único problema del paseo es que, cada rincón, por recóndito que sea, esconde más arte, más belleza, más historia.
A un paso de las grandes avenidas, Roma está llena de pequeñas calles que escapan del caos, del ruido y de los coches. Caminar por su laberinto empedrado dejándose llevar, permite, además de perderse, encontrar cada pocos pasos tiendas, cafeterías y pequeñas plazas que, seguro, ofrecerán algo bello.
Solo hay que saber mirar para ver esa otra Roma delicada que requiere muchos más días y muchas más veces. La Roma que necesita tiempo. Tu tiempo.
Es hora de volver a Roma.